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11 oct de 2006

MUJERES



Vendedoras en San Pedro (Foto: Yuri)

Es curioso como el gobierno de Bolivia, con fuerte ideología indígena, no se haya manifestado para nada el pasado 5 de septiembre, día en que la indígena Bartolina Sisa —compañera de vida y lucha del líder Tupac Katari o Julian Apaza— fue descuartizada por las fuerzas españolas tras ser derrotada la sublevación indígena iniciada en 1780 que se atrevió a levantarse en armas para reclamar sus derechos como simples humanos conculcados la Corona de España. Y es más curioso aún, cómo ni la Federación de Mujeres Campesinas de Bolivia que lleva precisamente el nombre de la heroína, tampoco haya dicho nada.
Según una fuente, el 5 de septiembre fue instituido como Día Internacional de la Mujer Indígena en 1983 durante el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América Latina, realizado en la población de Tiwanaku, sitio donde se levantó una imponente y expansiva cultura que tuvo mucha influencia en las costas, tierras altas y valles de las actuales repúblicas de Bolivia, Perú, y Chile. http://www.servindi.org/archivo/2006/1073

Y aunque las fechas conmemorativas sólo se acuerdan del suceso o a la persona homenajeada por un día, adjunto dos opiniones que escribí hace algún tiempo y que no dejan de tener actualidad, aprovechando que hoy se celebra el Día de la Mujer Boliviana. Entonces a ellas van mis mejores deseos por ser madres-hijas, abuelas-nietas, compañeras-esposas-amantes-amadas, ancianas-adultas-jóvenes-niñas, esperando que nunca pierdan su libertad, autonomía y dignidad.

UN BESO A TODAS

Los homenajes nos llevan siempre a maximizar las virtudes e ignorar los defectos, más aun si se trata de situaciones o personajes genéricos. Así, sin ánimo de aguar fiestas, vale la pena detenerse un momento y analizar el lado claro y el oscuro del personaje recién homenajeado: la mujer.
Se puede afirmar que desde los albores de la humanidad, la mujer ocupó un lugar subalterno en las diversas sociedades, exceptuando, tal vez, su situación en algunas culturas matriarcales que se perdieron en el tiempo.
En la mayoría de los pueblos la mujer ha mantenido una imagen sumisa, resignada, predestinada a servir al hombre y a ocupar varios escalones por debajo de él, incluso en procesos revolucionarias donde se suponía que el hombre y la mujer eran iguales en derechos. Pero esa herencia de siglos remotos la hemos heredado hoy, en pleno siglo del hiperliberalismo, donde se suponía que la desigualdad de oportunidades, la iniquidad, el atropello contra lo diverso ya habían sido superados.
A veces nos indignábamos cuando oíamos que los talibanes de Afganistán despojaban a las mujeres de todos sus derechos, obligándolas a no trabajar fuera de sus casas ni circular libremente ni estudiar y ocultar su cuerpo, incluido su rostro, con largos velos que sólo dejan una abertura en el sector de los ojos. Pero acá, que también se ha despojado a las mujeres de varios derechos, no se nos mueve un pelo cuando tenemos cerca, especialmente a mujeres migrantes de origen indígena, trabajando más de 15 horas al día en labores de servidumbre doméstica, o cuando empresarios explotadores contratan a jóvenes mujeres por 300 o 400 bolivianos en trabajos pesados que duran más de 12 horas. En estos casos salen a flote los argumentos de la igualdad de oportunidades, y, aclaro mi reclamo: no es por convertirme en protector del “sexo débil”, sino porque en definitiva hay más predisposición de abusar a las mujeres por considerarlas más dóciles. Por ellas, no va ningún homenaje, sino la arenga para que se rebelen y reclamen sus derechos.
Pero así como hubo y hay valientes mujeres que se enfrentan al poder (sólo recordemos a las de la Coronilla en Cochabamba o a las que fueron ametralladas en 1942 en los campos de Catavi o a las mujeres mineras que con su Huelga de Hambre dieron la estocada final a la dictadura de Banzer, en enero de 1978), también hubo desalmadas que no les tembló la mano para castigar a gente indefensa. A esas las encontramos en las prisiones y campos de concentración en las dictaduras pasadas, gozando con las torturas y represión que imprimieron. Para ellas va nuestro repudio y, sin animo de revancha, esperamos que en algún momento les llegue el castigo, ahora que el velo que cubrió el oscuro Plan Cóndor se va destapando.
Pero, haciendo un paréntesis y esperando que incluso las desalmadas se rehabiliten y que no surjan otras nuevas, no dejo de admirar a la mujer, a la niña, a la joven, a la madre y a la abuela, a la soltera y a la casada o juntada; y para todas ellas me presto unos versos de Miguel Hernández, poeta español, amante y guerrero, muerto de amor y de represión en las cárceles de un dictador: “No puedo olvidar / que no tengo alas / que no tengo mar / vereda ni nada / con que irte a besar.”

Yuri (2001)

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MUJERES CON DIGNIDAD

Hoy se celebra el Día de la Mujer, motivo por el cual los homenajes menudearon en muchas instituciones y hogares. Pero, este homenaje —en una sociedad machista en la que vivimos— no deja de ser un saludo a la bandera, pues los derechos de las mujeres sigue postergados, al mismo tiempo que la actitud de muchas de ellas es también machista, reforzando así al sistema.
El rol subalterno de la mujer en nuestra sociedad viene diseñado desde el hogar, por más que se diga que “cada vez hay más mujeres ocupando cargos de responsabilidad”.
Desde que son niñas se les va inclinando hacia juegos —de cocina, de labores del hogar o de maternidad y muy poco o nada a jugar con autos por decir uno clásico de varones— que en su madurez serán asumidos como actividades propias. Contrariamente a los niños se les “reflexiona” cuando participan en esos juegos de mujercitas, no faltando a veces el calificativo de maricón a los persistentes.
Ya adolescentes, las mujeres maduran mucho antes que los hombres, es decir, asumen más rápidamente sus cambios corporales y emocionales; pero —aun no entiendo porqué— en muchas de ellas surge cierta ingenuidad que luego es aprovechada por la mayoría de los varones.
La siguiente etapa de la vida conlleva asumir responsabilidad y defender derechos, tanto para mujeres como para varones. El enamoramiento, la conformación de parejas que puede o no institucionalizarse en matrimonios, en hogares, y luego los hijos, donde cada parte tiene su rol. Y aquí empieza el conflicto.
Muchas parejas se disuelven rápidamente, otras no llegan ni a convivir, pero vienen los hijos y muchas mujeres se convierten en madres solteras; y con ellas los pequeños viven bajo el estigma de “¿quién será su padre?”.
El Código del Niño, Niña y Adolescente establece que los niños y niñas que solo tengan madre o padre conocido, serán registrados con un segundo apellido para evita la discriminación. Pero, esta disposición no hace más que aumentarla, porque es peor inventar situaciones ficticias a asumir la realidad con dignidad, al mismo tiempo que hacer comprender —en los hogares, en la escuela y donde se reproducen estas posiciones falsas— que no es anormal tener sólo madre y en consecuencia sólo un apellido.
La responsabilidad y los derechos van de la mano, pero su ligazón a las personas está dado por un delgado hilo poco cultivado: la dignidad.
Muchas mujeres aceptan con dignidad su situación de madres solteras, aun sabiendo que podrían exigir el cumplimiento de sus derechos para sí mismas como para los hijos procreados, pero prefieren asumir la realidad antes que convertir a sus hijos en recursos de sobrevivencia y vivir en un conflicto interminable en el que sufren los pequeños. Por otra parte hay también muchas mujeres que aceptan un primer apellido para sus hijos, que pelean por las "sagradas" pensiones familiares (si la pareja se ha separado) y otros “derechos” más a costa del maltrato del procreador antes que padre. ¿Ellas no pueden valerse por si mismas? La conquista de derechos está bien, pero antes valen más el cariño y el amor.
Valerse por si mismos debería ser uno de las primeras lecciones que se de en el hogar y en la escuela a la par de la responsabilidad y la defensa de la dignidad, aunque el derecho diga lo contrario

Yuri (2002)

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