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2 oct de 2006

AL ENCUENTRO DEL COMANDANTE SAN ERNESTO DE LA HIGUERA


En 1994 estuve por primera vez en la tierra donde combatió El Che, es decir hace 12 años, tiempo en el que fue escrita la nota de abajo, cuando acompañé a Tere, la pequeña Lucía y compañeros de su trabajo, a ese paraje inolvidable.
Sin embargo, poco ha cambiado desde entonces, excepto que algunos de los que tenían “encorbatada la cabeza” participando en el primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (cuando las reformas y las privatizaciones, bajo el rótulo de Capitalización, eran la panacea para Bolivia) hoy ocultan ese pasado un tanto vergonzoso; y en cuanto a los que mantuvieron su independencia y oposición a dicho régimen y actualmente están en función de gobierno, algunos de ellos , engolosinados del poder, reproducen las viejas prácticas de la política tradicional, repartiendo avales para cargos públicos y abusando de la administración estatal.

En este nuevo panorama, tal vez si el Che aparecería de pronto, de seguro que los echaría a latigazos del Poder recordándoles que cuando hacían campaña electoral prometieron que no harían lo mismo que los del viejo sistema…; pero. sin más preámbulos, les dejo con la lectura.


Ya había anochecido cuando llegamos a Vallegrande. Esa noche debíamos alcanzar La Higuera. Nadie conocía el camino. Pedimos indicaciones y recorrimos varios kilómetros hasta que encontramos una movilidad que se nos acercaba; les preguntamos a sus ocupantes si estábamos en la ruta correcta, pero no era así. Debimos retornar hasta cierto cruce que habíamos dejado atrás y tomar el otro camino. En esos instantes pensé cómo habrá sido la marcha del Comandante por aldeas y senderos desconocidos, a veces evitando crear sospechas y en otras difundiendo el por qué de la lucha.

La noche estaba estrellada, de modo que se podía ver en el trayecto, algunas siluetas de esas altas serranías no muy dotadas de vegetación. De pronto se abrió ante nosotros un aire de fiesta: luces de lámparas y mecheros en las casetas de una típica feria de pueblo, banderillas ensartadas colgadas a lo largo de la plazuela, canciones y una fogata que calentaba a los más friolentos visitantes. Era el poblado de La Higuera, el último sitio que vio con vida al Che.

Los pobladores del lugar había preparado el recibimiento a los posibles visitantes que año tras año se animan a llegar a tan alejado lugar. Las chichas preparadas por los maestros de la escuela se confundía con los carnavalitos y caluyos del lugar, con más aire kolla-valluno que camba.

"Es el homenaje al Comandante... San Ernesto de la Higuera es nuestro Patrono... Nadie nos quitará el derecho de recordar al Comandante..." Casi nadie de los pobladores le llama Che; para todos es el Comandante.

También casi todos, tienen alguna vivencia de aquel 1967: "Yo vivía en Pucara, era niña y vi cuando trajeron los cuerpos muertos de unos combatientes del Comandante. Era antes de que lo maten acá, en La Higuera. Llegaron colgados sobre unas mulas. Les quitamos los cuerpos a los soldados y los bañamos, porque no podíamos verlos así, tan destrozados. Después recién empezó el velatorio."

Han pasado veintisiete años desde entonces y la romería de cada 8 de octubre, afortunadamente, se hace cada vez más selecta. Ya no se vé a muchos de los que en los años 70 y comienzos de los 80 decían seguir la estrella del Che; ellos ahora tienen encorbatada la cabeza.

El Comandante, San Ernesto de la Higuera, se quedó allí y nadie lo sacará de esas montañas. Los pobladores del sector creen en él, como también muchos de los visitantes que estuvimos en sus dominios.

Yuri
Noviembre 1994

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