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8 oct de 2006

LA PASTORA NO DIO AVISO DEL CHE


La Higuera. Encuentro Mundial Ernesto Che Guevara - 30 Aniversario. Vallegrande, 5-11 octubre 1997 (Foto: Yuri)

Otros informaron de la presencia del Che
La pastora de cabras no dio el aviso

Una campesino atemorizado cultivador de papas, ve al amanecer del 8 de octubre el paso de guerrilleros por su terreno. Su denuncia es determinante para que el Ejército cerque al grupo del Che

Mi padre tenía una propiedad con sembradíos de caña en la quebrada San Antonio, a 7 Km. de la Higuera, en la otra banda del Río Grande, ya en Chuquisaca, cerca a El Oro y Ocampo, dice Dionisio Rivas Brito, hoy abogado. Él investigó los sucesos que motivaron la emboscada al grupo del Che en la Quebrada del Churo.
En esa época Rivas tiene 6 a 7 años. El 27 de septiembre del 67, un destacamento militar de 150 hombres pasa por su casa; está comandado por el Cap. Gary Prado Salmón. Un día antes la vanguardia guerrillera es emboscada por el Ejército en el sector llamado El Batán, cerca a La Higuera; allí son victimados Coco Peredo, Miguel y Julio. También, cerca de su casa, es apresado el Camba, uno de los sobrevivientes de esa emboscada; lo agarran cuando una patrulla militar baja a la quebrada a recoger agua.
Días después, el 7 de octubre, el Che escribe en la última página de su diario el paso de su columna por las cercanías de La Higuera. Por la tarde, una pastora de cabras los descubre y tras detenerla le recomiendan no decir nada de su presencia; luego tratan de salir del sector ya que el cerco del Ejército se acentúa.
De la pastora siempre se sospechó de ser la que denunció, ante los militares, la presencia guerrillera en ese sector; sin embargo, no fue así.
Según Rivas y otros testimonios recogidos en La Higuera, aquel 7 de octubre, muy de noche, el grupo del Che pasa por un sector, según su Diario, “que no tiene casas cerca, pero sí sembradíos de papa regados por acequias del mismo arroyo”.
Esa misma noche, Pedro Peña, campesino del lugar, va a ese hueco a regar sus plantas de papa y se queda allí a dormir. A eso de las tres de la mañana del 8 de octubre, Peña ve que unas personas pasan por su cerco “haciendo sonar fierros”, es decir sus armas, por lo que supone que son los guerrilleros.
Ese mismo instante, sin ser visto, Peña se dirige a Jagüey para avisar al corregidor Manuel Herrera de la presencia guerrillera; éste a su vez va a La Higuera para informar a los capitanes Pérez y Huerta, quienes coordinan la acción con el capitán Prado que está en el Abra del Picacho. Son las cinco de la mañana.
Tras la denuncia, de Peña primero y de Herrera después, los militares organizaron el cerco y los hechos culminan al día siguiente con el asesinato del Che en la escuelita de La Higuera.
Gary Prado, dice Rivas, nunca investigó por su cuenta quiénes le dieron la información.

Campesinos amedrentados

El temor era evidente, dice Rivas, más aún cuando un campesino del lugar después de ayudar al guerrillero Antonio Domínguez (León) a cambiarse de ropa y cortarse el cabello, fue apresado por el Ejército y torturado. Con esos métodos represivos y de amedrentamiento, era difícil que los lugareños no dieran información a los militares. Esa presión impidió también que los guerrilleros consigan datos de los movimientos militares, que para entonces ya habían ocupado Pucará.
Conrado Calzadilla, vecino de esta última población, quien entonces tenía 34 años, dice que cuando la guerrilla se acercó más a Pucará, el Ejército hizo allí su campamento y cercó el pueblo, impidiendo que los pobladores dieran cualquier información a los guerrilleros.
De acuerdo al Diario del Che, el 26 de septiembre el grupo llega a Jagüey y se encuentra con un comerciante que bajaba de Pucará a la Higuera, quien, al ser requerido sobre movimiento de tropas, miente, indicando que no vio nada. De haber sabido el Che de que las tropas del Ejército estaban cerca, dice Rivas, se hubieran alejado del lugar y nunca hubiera sucedido la emboscada en la Quebrada de el Churo.
En esa época, los campesinos del lugar oyeron por primera vez el término guerrilla y pensaban que era mala gente. “Nosotros, dice Calzadilla, no pensábamos ni en sueños que la guerrilla había sido a nuestro favor, en favor de la gente humilde, los campesinos. Si nosotros hubiésemos estado al tanto de eso, la guerrilla nunca iba a fracasar. Digo esto sinceramente, porque al menos, desde que yo he conocido la línea del Che, del Comandante, he creído que ellos vinieron a ayudarnos y no como decía el Ejército, que eran gente mala.”
“Pero nos comprometían, nos obligaban los militares, cada día a una familia, dar la mesa a uno o dos soldaditos, porque parece que ellos no tenían víveres o era escaso. Les hemos cooperado, porque no había cómo contradecir al Ejército.”
“Nos metían mucho miedo, nos decían que si los guerrilleros triunfaban íbamos a perder todo y que trabajaríamos para ellos y sólo seríamos sus peones. Por eso no pudimos cooperarlos y además no conocíamos nada de guerrillas y que los guerrilleros era la mejor gente que vino a luchar. Pero nosotros no conocíamos eso. Mala suerte. Lástima que el Comandante no vino antes de entrar a la guerrilla a que tome conciencia la gente, a hacerse conocer quién era. De esa manera, hubiera sido fácil.”
En un momento del relato, cuando una cubana que también visitaba La Higuera interrumpió la conversación, Calzadilla le dijo estar alegre de que llegue a conocer estos pagos, pero “mala suerte que tarde y que dieran lugar a que el Comandante muera”.

Los dólares

Conrado Calzadilla, vecino de Pucará y quien entonces tenía 34 años, confirma que Pedro Peña tenía unos sembradíos de papa en ese sector y que por allí había pasado el grupito guerrillero, “que estaba completamente atropellado por el Ejército”. Cuando Peña estaba regando su papa, vio a los guerrilleros que pasaban por allí, entonces se metió al monte y huyó.
Los guerrilleros, según Calzadilla, cuando llegaron al lugar ocultaron un bolsón de dinero en un tanque de agua que estaba en ese sembradío; él asegura que habrían dicho que “en vez que este dinero lo hallen los militares que se lo halle este pobre”. Cuando Peña volvió al sitio, se encontró con un bolsón con dólares y como no sabía su valor, se fue a La Higuera y los entregó o al Cnl. Andrés Selich o a un militar de apellido Galindo.
Calzadilla dice que por la entrega de los dólares, Peña recibió en recompensa un cesto de coca y algo de dinero que no llegaba ni a 500 pesos bolivianos, entonces unos 40 dólares.
Después de esos sucesos y la muerte del Che, Pedro Peña fue llamado a Vallegrande por Selich, quien le recomendó que no dijera nada a nadie, pues de lo contrario su vida corría peligro.
Y así fue, Peña calló siempre, e incluso se fue de La Higuera para radicar cerca de Santa Cruz, dicen que en San José, entre el Torno y La Guardia, aunque según Calzadilla, ya habría fallecido.

Coco Peredo muere

El día que pasaron los guerrilleros por el Abra del Picacho nosotros estábamos de fiesta -dice Mauricio Calzadilla, hoy un anciano casi ciego de más de 70 años- y como vecino de aquel lugar, estaba festejando a la Virgen de la Merced.
Ellos pasaron por allí por la mañana, y se dirigían para este lado, dice don Mauricio. Había harta gente, no ve que era fiesta, pero no todos los vieron, porque apenas supieron que estaban los guerrilleros, se ocultaron. Teníamos miedo No ve que no conocíamos.
Yo y otros más, como estábamos borrachos, no hemos huido. Ahí estabamos, pero no nos han hecho nada. Han entrado un rato y luego han pasado para acá. Era el 24 de septiembre.
Yo escuche que ese Coco echó su “spich” y dijo que ellos salieron a luchar por la gente pobre, eso me acuerdo. No nos tengan miedo, decía, aquí la gente, esos ricos, mucho abusan con los pobres. Y es cierto. Ya ve, yo estoy igual que antes, dice Calzadilla. Mi casa está en el Abra del Picacho y tengo un pequeño terrenito donde no hay sembradíos. Más abajo tengo alguito de trigo, maíz, papa, pero poco, para nuestro consumo.
Cuando cayeron Coco, Miguel y Julio Gutiérrez en Abra del Batán, el 26 de septiembre, sus cadáveres cargados en mulas pasaron por Pucará y todos nosotros nos concentramos para recibirlos, dice Conrado Calzadilla. Sentimos mucho esas muertes y lloramos, como cuando se siente por la muerte de cualquier humano, pese a que el Ejército nos metía miedo.
Fe y homenajes al Che

Yo siempre le rezo al Che, cada noche porque es milagroso. Yo soy seguidor de él —continúa Conrado Calzadilla— aunque los homenajes como el de hoy día, recién han empezado cuando llegó la democracia. Antes, qué iban a dejar a hacer los militares, pues a fin de cuentas, no son gente preparada ni civilizada.
Después de la guerrilla los militares han venido continuamente y forzosamente pasaban por Pucará. Preguntaban dónde es La Higuera y les proporcionábamos un animal y un mozo para que los guíe, porque la carretera sólo llegaba hasta Pucará.
El camino a La Higuera recién hay desde hace nueve años. Todo ha cambiado desde entonces.

(Basado en: Testimonios recuperados en La Higuera, durante el Encuentro Mundial Ernesto Che Guevara - 30 Aniversario. Vallegrande, 5-11 octubre 1997; “Ñancahuazú: La guerrilla del Che en Bolivia” de José Luis Alcázar; “Diario de campaña” de Ernesto Che Guevara)

Yuri Aguilar Dávalos

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