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16 dic de 2006

COMPARTIENDO EL SALARIO

Utopías hechas realidad
COMPARTIENDO EL SALARIO

El éxito en una institución no es sólo el resultado del trabajo de quienes la dirigen, sino del conjunto del personal, donde cada funcionario, desde los de menor rango hasta los que tienen los cargos directivos, realizan sus labores con la intensidad debida y de acuerdo a sus funciones.
Y aunque en toda organización existen niveles de responsabilidad, correspondientes a una escala salarial —la que idealmente no debería tener una curva pronunciada, como la que se da en algunas instituciones donde el sueldo del funcionario de menor categoría es de quince a veinte veces menos al del primer ejecutivo— hay también un premio o incentivo denominado Bono de Producción, aliciente que en algunas instituciones lo dan los directivos a sus dependientes cada cierto tiempo, hecho significativo que crea corporativismo en su conjunto.
Ese premio monetario (puede que también se lo distribuya en especie o en otra forma equivalente), se lo da a cada uno de los trabajadores, siempre y cuando haya éxitos y excedentes, modo bastante efectivo de que todos participen de ellos, además de convertirse en una manera de incentivar el trabajo y comprometer a los trabajadores con su institución; así siempre ellos estarán agradecidos y cultivarán la lealtad.
Sin embargo, no siempre las autoridades actúan de esa manera. Existen casos en que sólo la cúpula goza de ese beneficio, como si únicamente ella fuera la que hace marchar a toda la organización. Esta situación, consecuentemente, genera un ambiente negativo entre los demás funcionarios, aunque, de alguna manera podemos decir que es aceptable en las instituciones de carácter privado, pues alli los dueños tienen todo el derecho de distribuir sus ganancias como mejor les parezca; pero, es censurable si la institución es pública, donde los directivos no han invertido ni un centavo de su patrimonio en ella, pues no existe argumento que justifique que solo unos pocos sean premiados. Además, los directivos ya tienen bastante con sus altos salarios, más otros privilegios colaterales que gozan, como para seguir acumulando.
Esta introducción la hago para contarles un hecho del que fui partícipe y que parece cuento. En ese episodio viví una situación laboral donde precisamente no había bonos (ni de producción ni de lealtad ni de silencio, como los que se descubrieron hace pocos años en la administración pública), pero sí una escala salarial muy pronunciada.
Coria el año 1995 y un par de amigos me invitó a trabajar en la organización del archivo de un banco estatal de fomento quebrado gracias a la enorme deuda que tenía por cobrar (donde los beneficiados fueron muchas empresas y gente pudiente) y a las reformas estructurales de ese tiempos; los indicados amigos fueron los que elaboraron el proyecto y en consecuencia lo dirigían.
El trabajo consistía en clasificar la documentación contable del banco y otros similares anteriores a éste, de más de 60 años de acuerdo al orden de procedencia de la documentación, es decir del origen documental en función de la estructura de la institución, forma habitual de organizar archivos. Para esto, había que sacar los documentos de grandes bolsas de un metro de altura por 60 centímetros de diámetro, en medio de una polvareda casi constante, para luego agruparla de acuerdo al organigrama de la institución y al año que corresponda, la que después era seleccionada, expurgada para descarte y acondicionada en cajones fabricados especialmente para su conservación permanente, los que eran dispuestos en grandes estantes en un galpón; posteriormente vendría la indización y catalogación. Allí encontramos desde billetes falsificados hasta cartas personales de funcionarios.
De esa manera se dio inicio al trabajo, que duró un año, donde todos trabajábamos exactamente igual, con la misma intensidad y esfuerzo, salvo la supervisión a cargo de determinadas personas. Pero al cabo del primer mes, cuando recibí el primer sueldo (que ya lo sabia de principio) la exagerada diferencia hacia los de mis superiores, como hacia quienes estaban por debajo mío, me decepcionó, pese a que sólo había tres niveles salariales, donde yo ocupaba el intermedio, como especialista en archivos.
Si bien estaba de acuerdo en la jerarquización, la que se daba por el grado de responsabilidad, no compartía la exagerada brecha salarial que dispusieron quienes dirigían el proyecto, más aun si la forma de organización del archivo la fuimos elaborando conjuntamente, de acuerdo a como íbamos descubriendo el tipo de documentación existente. Y aunque yo estaba en el segundo nivel, lo que económicamente me favorecía, no me parecía correcto que los de abajo ganen muchísimo menos; entonces decidí, redistribuir mi sueldo, aumentado al de quienes me seguían.
Han pasado once años desde entonces y me alegro completamente de haber tomado esa decisión; tal vez de esa forma realizaba —en un pequeño escenario, en mi pequeño mundo— la utopía por la que luché y continúo luchando. Pero recién ahora me pongo a pensar, en estos días de Navidad donde uno comparte “cosas” con personas que aprecia y brinda deseos buenos a todos, si les habrá servido de algo ese episodio a aquellos compañeros, a quienes no volví a ver más, excepto a uno de los autores del proyecto, a quien le saludo cordialmente cuando me encuentro...

Yuri
Diciembre 2006

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